En el campañento de Pellines con mis colegas del Colegio Inglés Woodland, antes de aceptar el desafío de subirnos y manejar un cayac, en el río Chillán.
En este lugar aprendimos a desafiar a nuestros miedos, las posibles trancas que nos impiden crecer.
El mio fue el temor de no darme vueltas en el cayac y caerme al agua.
Fue entretenido.
Hasta canté el charco de los cisnes.
Fe, amor y perseverancia.


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